Juan 1: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros
El Evangelio de Juan es único entre los cuatro evangelios […]
El Evangelio de Juan es único entre los cuatro evangelios canónicos. Escrito por Juan, el amado apóstol, destaca por su profundo enfoque teológico y por enfatizar la divinidad de Jesucristo desde el principio. El capítulo 1, en particular, sirve como una especie de prólogo, presentando a Jesús como la Palabra, o Palabra de Dios, que se hizo carne.
Versículo 1: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
Este versículo establece la preexistencia eterna de Jesucristo como la Palabra. Existió antes de la creación del mundo y estaba en íntima comunión con Dios, revelando su naturaleza divina. Esta declaración resuena con el relato de la creación del Génesis, donde Dios habla y trae luz y vida a la existencia. Aquí la Palabra se identifica como parte integral de este acto creativo, implicando su autoridad y poder divinos.
Versículos 2-3: “Él estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él, y sin él nada de lo que fue hecho fue hecho”.
Estos versículos enfatizan la participación activa de la Palabra en la creación. No sólo él estuvo presente en el principio, sino que todas las cosas fueron hechas por él. Esto resalta no sólo la divinidad de Jesús, sino también su soberanía sobre toda la creación. Esta idea se repite en otras partes de las Escrituras, como en Colosenses 1:16 , donde Pablo escribe que “por él fueron creadas todas las cosas”.
Versículos 4-5: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la entendieron”.
Aquí se atribuye vida y luz al Verbo, que es Jesucristo. Él es la fuente de vida espiritual y de iluminación para la humanidad. Sin embargo, aunque la luz vino al mundo, muchos no la reconocieron ni la recibieron. Esto apunta a la naturaleza de la incredulidad humana y la necesidad de la obra del Espíritu Santo para iluminar los corazones y traer comprensión espiritual.
Versículos 6-8: “Había un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan, que vino para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. Él no era la luz, sino para dar testimonio de la luz”.
Aquí se presenta a Juan Bautista como testigo de la luz, señalando la inminente llegada de Jesucristo. Vino preparando el camino para el Mesías y llamando al pueblo al arrepentimiento. Aunque importante, Juan Bautista reconoce su posición como precursor y declara que él no es la luz en sí, sino que vino a dar testimonio de ella.
Versículos 9-13: “Había la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre; Los cuales no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Estos versículos resaltan el rechazo inicial del mundo hacia Jesús, a pesar de ser la fuente de luz y vida. Sin embargo, a quienes lo reciben se les concede el privilegio de convertirse en hijos de Dios. Esto resalta la importancia de la fe en Jesucristo para la salvación y enfatiza que el nuevo nacimiento espiritual es una obra de gracia de Dios.
Versículos 14-18: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó, diciendo: Éste era de quien dije: El que viene detrás de mí, es antes que yo, porque él era antes que yo. Y todos nosotros también recibimos de su plenitud, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Dios nunca ha sido visto por nadie. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, lo ha revelado”.
Juan termina diciendo que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, como Jesucristo. Revela la gloria divina de Jesús, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista da testimonio de que Jesús es superior a él en posición y en la eternidad. La encarnación de Jesús se presenta como el cumplimiento de la promesa divina y la manifestación definitiva de la gracia y la verdad.
Conclusión:
El primer capítulo del Evangelio de Juan sienta una base sólida para comprender la persona y el propósito de Jesucristo. Destaca su preexistencia divina, su papel en la creación, su encarnación como Verbo hecho carne y su capacidad de conceder vida y filiación a todos los que creen en él. Es una invitación para que todos entren a la luz de Cristo y experimenten la plenitud de su gracia y verdad.
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Written by : Ministério Veredas Do IDE
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