Servimos a Dios, no solo para decir que somos cristianos o porque asistimos a una iglesia. Servimos a Dios porque nuestro anhelo es alcanzar el Reino de los Cielos a través de Cristo Jesús.
¿Qué Significa Servir a Dios?
¿Qué es servir? Según el diccionario, servir significa trabajar en beneficio de alguien.
Al servir a Dios, nos ponemos a disposición para el crecimiento de Su reino, estableciendo la voluntad del Señor en la tierra y dando vida a Sus propósitos.
Servir a Dios implica estar dispuestos a cumplir Su voluntad, renunciar a nuestro yo y vivir según Su plan.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)
Servir a Dios es renunciar a nuestros deseos, mortificar nuestras pasiones terrenales, para que la voluntad divina se cumpla plenamente en nuestras vidas. Dios entregó a Su propio Hijo para que todo aquel que en Él crea no perezca, sino que tenga vida eterna. Jesucristo se sometió completamente al propósito del Padre, siendo el ejemplo supremo de un siervo fiel, obediente y temeroso de Dios.
Jesús: El Camino, la Verdad y la Vida
Al hablar del camino que conduce a la salvación, observamos que el propio Jesucristo se define como el único medio para alcanzarla.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)
Jesús se presenta como tres pilares fundamentales para alcanzar el Reino de los Cielos. A continuación, exploraremos cada uno de estos pilares y cómo nos guían hacia la salvación a través de Cristo Jesús.
Jesús es el Camino
Camino significa el medio para alcanzar un objetivo o la dirección a seguir.
Entendemos que Jesucristo es la única dirección que debemos tomar para alcanzar la salvación. Solo Jesús puede guiar a la iglesia hacia su objetivo final: la salvación.
Jesús es la Verdad
Verdad se refiere a hechos, realidades o circunstancias concretas.
No existe otra verdad más allá de la que Jesús dejó registrada en las Escrituras. Jesucristo es y siempre será la única verdad. Todo lo que Él anunció se está cumpliendo en nuestros días.
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. (Mateo 24:6-7)
El padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. (Lucas 12:53)
Estos versículos se cumplen en nuestra era. Al creer en esta verdad, que es la Palabra de Dios, avanzamos por el camino correcto hacia la salvación.
Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:32)
Aunque muchas teorías humanas son ciertas, solo una verdad puede liberar a las personas del pecado, la destrucción y el dominio maligno: la verdad que se encuentra en Jesucristo y en la Palabra de Dios.
Las Escrituras dan testimonio de la única verdad capaz de liberar al hombre del pecado, del mundo y del poder demoníaco. No se necesitan nuevas “revelaciones” para completar el Evangelio de Cristo, pues es la solución perfecta.
Cuando reconocemos a Jesús como la única verdad, alcanzamos la liberación del dominio maligno, de las oposiciones y de todo lo que nos aleja de Dios.
Jesús es la Vida
¡Jesucristo venció la muerte! El pecado nos separa de Dios, trayendo la muerte, pero a través de Jesús podemos ser resucitados y alcanzar la vida eterna.
Cuando alguien alza sus manos y acepta a Jesús como Señor y Salvador, comienza a vivir una nueva vida, plena y llena de paz.
Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Juan 11:25-26)
Comprendemos que la muerte física no es un fin trágico, sino el pasaporte hacia la vida eterna, abundante y en comunión con Dios. “Vivirá” se refiere a la resurrección; “no morirá eternamente” indica que el creyente recibirá un cuerpo nuevo, inmortal e incorruptible.
El Llamado a Seguir a Cristo
Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. (Juan 12:26)
La fe en Jesús implica un compromiso personal: seguir Sus enseñanzas y estar donde Él está. Seguir a Cristo exige negarse a sí mismo y tomar la cruz.
Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Marcos 8:34)
La cruz simboliza sufrimiento, muerte, vergüenza, burla, rechazo y renuncia personal. Todo cristiano que se niega a sí mismo se compromete a luchar contra el pecado, Satanás y las fuerzas de las tinieblas para expandir el Reino de Dios.
El cristiano debe estar preparado para enfrentar la hostilidad del adversario, las fuerzas malignas y la persecución por resistir a los falsos maestros que distorsionan las verdades del Evangelio.
Para alcanzar el Reino de los Cielos, debemos dejar de vivir para nuestros propios deseos y vivir para la voluntad de Dios.
La Palabra de Dios como Semilla
Para alcanzar el Reino de los Cielos, es necesario permitir que la Palabra de Dios, como una semilla sembrada en nuestro corazón, germine, crezca y dé fruto.
Pero la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia. (Lucas 8:15)
Cuando la Palabra de Dios encuentra lugar en nuestros corazones, comenzamos a comprender los propósitos divinos para nuestras vidas. Paso a paso, producimos frutos dignos de arrepentimiento, impactando a otros con el poder de Dios. Nos convertimos en instrumentos de Dios, pues la semilla sembrada cayó en tierra fértil.
Perseverancia para Conquistar el Reino
Alcanzar el Reino de los Cielos requiere determinación y perseverancia.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. (Mateo 11:12)
Solo aquellos que luchan con fervor conquistan el Reino de los Cielos. Pertenecer al Reino de Dios y disfrutar de sus bendiciones demanda un esfuerzo sincero y constante: una lucha de fe, acompañada de una voluntad inquebrantable para resistir a Satanás, al pecado y a la sociedad perversa en la que vivimos.
Aquellos que viven conforme a los deseos del mundo, descuidan la Palabra de Dios, tienen poca hambre espiritual o oran raramente nunca conocerán el Reino de los Cielos. El reino es para los valientes en la fe.
Ejemplos de Llamados al Reino
Dios llama a Su reino a personas que, con valentía y fe, renuncian a sí mismas para vivir Su voluntad. Veamos algunos ejemplos:
José
No hay en esta casa mayor que yo, ni él me ha reservado nada, sino a ti, por cuanto eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? (Génesis 39:9)
Natán
Entonces Natán dijo a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl. (2 Samuel 12:7)
Elías
Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. (1 Reyes 18:21)
Sadrac, Mesac y Abed-nego
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro que has levantado. (Daniel 3:16-18)
Mardoqueo
Y cada día le hablaban, pero él no los escuchaba; y dieron aviso a Amán para ver si las palabras de Mardoqueo se mantendrían firmes; porque él les había declarado que era judío. Y vio Amán que Mardoqueo no se inclinaba ni se humillaba ante él; y se llenó de ira. (Ester 3:4-5)
Pedro y Juan
Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. (Hechos 4:19-20)
Esteban
Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. (Hechos 6:8)
Pablo
Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya alcanzado ya; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13-14)
Débora
Y Débora respondió: Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. (Jueces 4:9)
Rut
Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que solo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más. (Rut 1:16-18)
Ester
Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca. (Ester 4:16)
María
Y el ángel le dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. […] Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (Lucas 1:28, 30-33)
Ana
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. (Lucas 2:36-38)
Lidia
Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos. (Hechos 16:14-15)
Conclusión: El Llamado al Reino
Si deseas alcanzar el Reino de los Cielos, inspírate en figuras como José, Natán, Elías, Sadrac, Mesac, Abed-nego, Mardoqueo, Pedro, Juan, Esteban, Pablo, Débora, Rut, Ester, María, Ana y Lidia. Cada uno de ellos fue valiente en la presencia de Dios, negando la carne, renunciando a sus propios deseos, mortificando sus pasiones personales y entregando sus vidas para vivir según la voluntad divina.
Concluimos que fuimos llamados a poblar el Reino de los Cielos. No estamos en esta tierra por casualidad; hemos venido con un propósito y un llamado divino. Dios desea que cumplamos Su llamado y, a través de nuestras vidas, alcancemos a otras personas para Su reino.
Que, a partir de hoy, podamos llegar al mayor número de personas, proclamando que Jesucristo sana, salva, libera y lleva a los cielos, porque esta palabra es fiel y verdadera.