Ana es una de las mujeres más inspiradoras de la Biblia Sagrada. Aparece en el libro de 1 Samuel, en el Antiguo Testamento, como esposa de Elcana y madre de Samuel, el gran profeta y juez de Israel. Su historia es un poderoso testimonio de cómo la oración persistente, hecha con el corazón quebrantado, puede mover la mano de Dios.
El significado del nombre Ana
El nombre Ana (del hebreo חַנָּה, Jana) significa “graciosa” o “llena de gracia”. Este significado ya anticipa su historia: una mujer que, en medio de un profundo dolor, recibió gracia abundante del Señor.
El dolor de la esterilidad y la provocación de Penina
Ana era profundamente amada por Elcana, pero era estéril. Penina, la otra esposa de Elcana, tenía muchos hijos e hijas y constantemente la provocaba y humillaba por ello.
«Y su rival la irritaba en gran manera, para hacerla entristecer, porque Jehová le había cerrado la matriz.» (1 Samuel 1:6, RV60)
Aunque Elcana le daba a Ana una porción doble en los sacrificios —señal clara de su amor especial—, ella vivía angustiada. La Biblia dice que lloraba mucho y apenas comía.
Intentando consolarla, Elcana le preguntó con ternura:
«Entonces Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?» (1 Samuel 1:8, RV60)
La oración que lo cambió todo
En uno de los viajes anuales de la familia a Silo, donde estaba el tabernáculo, Ana no pudo soportarlo más. Se postró ante el Señor y oró con tanta intensidad que solo movía los labios. El sacerdote Elí pensó que estaba ebria.
Ana respondió con dignidad:
«No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.» (1 Samuel 1:15, RV60)
Elí la bendijo:
«Ve en paz, y el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho.» (1 Samuel 1:17, RV60)
A partir de ese momento, la Biblia dice que «el rostro de Ana ya no estaba triste» (1 Samuel 1:18).
El nacimiento de Samuel y el cumplimiento del voto
«Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová y volvieron a su casa en Ramá. Y Elcana conoció a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. Aconteció que al cumplirse el tiempo, Ana dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, porque dijo: Al Señor lo he pedido.» (1 Samuel 1:19-20, RV60)
Apenas Samuel fue destetado, Ana lo llevó al tabernáculo y lo entregó a Elí, cumpliendo el voto que había hecho: dedicar al niño por completo al servicio del Señor.
El cántico de alabanza de Ana – uno de los más hermosos de la Biblia
Después de entregar a Samuel, Ana no se quedó triste. Al contrario, estalló en un magnífico cántico de victoria que siglos después resonaría en el Magníficat de María:
«Entonces oró Ana y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, pues me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; porque no hay otro fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro.» (1 Samuel 2:1-2, RV60)
Y el milagro no terminó allí: después de Samuel, el Señor le dio a Ana tres hijos más y dos hijas (1 Samuel 2:21).
El legado de Ana
Fue Samuel, el hijo nacido de la oración de Ana, quien ungió a Saúl y luego a David como reyes de Israel. Y de la descendencia de David nació Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores.
La historia de Ana nos enseña que:
- Dios escucha la oración hecha con fe y lágrimas;
- Él es capaz de revertir lo imposible;
- Cuando entregamos nuestro mayor deseo en sus manos, Él nos devuelve mucho más de lo que pedimos.
Ana pasó de ser una mujer humillada y quebrantada a madre de uno de los mayores profetas de la historia y antepasada en la línea del Mesías. Una verdadera historia de gracia.