Cuando hablamos de confianza en Dios, nos detenemos, meditamos y llegamos a un único denominador común, donde la pregunta que nos hacemos a nosotros mismos es: ¿en quién confiaré? Antes de hablar sobre confianza, necesitamos saber cuál es su significado real. Confianza significa: creencia de que algo no fallará, de que está bien hecho o lo suficientemente fuerte para cumplir su función. Entendemos que confiar en Dios es saber que Él jamás fallará. Es confiar en su grandeza y en su poder para cumplir sus proyectos y propósitos sobre nuestras vidas.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (1 Juan 5:14, RV60)
Cuando nos acercamos a Dios, tenemos dentro de nuestro corazón la confianza que nos hace creer que todo cuanto pidamos será atendido de acuerdo con la voluntad de Dios y que él siempre nos oirá. La confianza en el Señor nos hace íntimos al punto de contarle a Dios todos nuestros secretos, nuestras dificultades, y nos acercamos cada vez más a Él. A medida que nosotros nos acercamos a Dios, también Él se acerca a nosotros. Debemos comprender que cuanto más nos acercamos a Dios, más Dios se revela, mostrándonos su amor, su cariño y su misericordia para nuestras vidas.
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3:22,23, RV60)
Dios es el único en quien podemos depositar enteramente nuestra confianza, pues en él no hay mentira, no hay falsedad, es decir, Dios no retrocede en lo que Él ha prometido.
Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Lo dijo él, y no lo hará? ¿Habló, y no lo cumplirá? (Números 23:19, RV60)
Cuando levantamos nuestras manos para aceptar a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas, aprendemos que debemos contarle a Dios todos nuestros secretos. Contamos todo lo que está guardado internamente dentro de nuestros corazones. Secretos que muchas veces incluso el amigo más íntimo desconoce, pero Dios, el amigo fiel, nos oye, nos aconseja, nos enseña, no nos juzga, sino que con un amor tan grande honra nuestra confianza en él. Jamás debemos confiar solo en nosotros, pues es necesario que vengamos a confiar en Dios y en sus orientaciones divinas para poder vivir lo mejor de Dios.
Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. (Proverbios 3:5-6, RV60)
La confianza en Dios nos hace caminar por caminos que jamás imaginamos caminar. Dios puede enderezar veredas, Dios puede transformar a aquel(a) que estaba perdido en la sociedad, transformar al hombre más peligroso de la tierra en un predicador del evangelio. Dios toma a un morador de la calle y lo hace un predicador del evangelio, Dios puede transformar a aquellos que no tenían valor para la sociedad. Necesitamos aprender a confiar en Dios, necesitamos aprender a esperar el tiempo de Dios para respondernos.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Eclesiastés 3:1, RV60)
Comprendemos que confiar en el Señor está directamente ligado a esperar, pues no siempre Dios responderá en el momento exacto en que pedimos. Existen situaciones en las que Dios solo nos concederá lo que pedimos cuando él entienda que estamos aptos para recibir. Bendiciones concedidas en el momento equivocado se transforman en una gran maldición, ocasionando la muerte física y espiritual, pues no era el momento. Confiar en Dios es entender que existe un tiempo para que la bendición llegue sobre nuestras vidas. Es comprender que existe el momento correcto para poder vivir experiencias con el Señor.
En ti confían los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron. (Salmos 9:10, RV60)
Confiar en Dios es saber que hay tiempo para experimentar los diversos escenarios que Dios tiene preparados para nuestras vidas. Cuando aceptamos a Jesucristo, conocemos su poder y su grandeza y, a través de las experiencias que vivimos día a día con Dios, comprendemos que el Señor jamás nos abandona, independientemente del escenario que estemos viviendo. Por eso, no importa lo que estés viviendo hoy. Solo confía y ve lo que Dios hará en tu vida, en tu casa, en tu historia.