En Génesis 2:4-25, la Palabra de Dios nos revela detalles preciosos sobre la formación del Jardín del Edén y el comienzo de la humanidad. Antes de todo, el texto muestra un escenario aún sin vegetación completa:
- ninguna planta del campo había brotado,
- el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra,
- y no había hombre para labrar el suelo.
Ésta es la historia de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día en que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos. Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra. Sino que subía de la tierra un vapor que regaba toda la superficie del suelo. (Génesis 2:4-6)
Fue en ese ambiente que Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. Solo entonces el hombre llegó a ser alma viviente.
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Y plantó Jehová Dios un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. (Génesis 2:7-8)
Poco después, el Señor hizo brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer, destacando dos especiales en medio del jardín: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Y Jehová Dios hizo brotar de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; y el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Génesis 2:9)
Un río salía del Edén para regar el jardín y de allí se dividía en cuatro brazos: Pisón, Gihón, Hidekel (Tigris) y Éufrates (Génesis 2:10-14).
Dios puso al hombre en el jardín para que lo labrara y lo guardase, dándole libertad total para comer de todos los árboles, excepto de uno.
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del jardín podrás comer libremente, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (Génesis 2:16-17)
La muerte anunciada no era solo física, sino principalmente espiritual: la separación de Dios por causa de la desobediencia. Pablo lo explica claramente:
Pues así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos. (Romanos 5:19)
Al ver que no era bueno que el hombre estuviese solo, Dios declaró:
No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. (Génesis 2:18)
Después de que Adán pusiera nombre a todos los animales y no se hallara entre ellos ayuda idónea, Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, tomó una de sus costillas y formó a la mujer.
Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. (Génesis 2:21-25)
En aquel momento, Adán y Eva vivían en perfecta inocencia. No había maldad ni vergüenza, porque el pecado aún no había entrado en el mundo.
Reflexión Final
El capítulo nos muestra a un Dios personal que crea con propósito, provee con abundancia, da responsabilidad y completa al hombre con la mujer: una ayuda idónea. Todo esto señala el plan perfecto de Dios antes de la entrada del pecado y, al mismo tiempo, prepara el corazón para comprender la necesidad del Redentor que vendría por medio de Jesucristo.