La Revelación de la Identidad de Jesús
Jesucristo es presentado en la Biblia como el Hijo de Dios, enviado al mundo para traer salvación a la humanidad. A través del pecado de Adán y Eva, la humanidad fue separada de Dios, pero el sacrificio de Jesús restauró esta comunión, ofreciendo vida eterna a quienes creen en Él. Esta verdad central del cristianismo se destaca en Juan 3:16-18, uno de los pasajes más queridos de las Escrituras, que revela el amor de Dios y el propósito de la venida de Cristo.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:16-18, RVR1960)
La Necesidad de la Redención
El pecado original de Adán y Eva causó una separación entre la humanidad y Dios, como se describe en Romanos. Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, pero Su gracia, manifestada a través de Cristo, ofrece justificación gratuita.
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Romanos 3:23-24, RVR1960)
Para reconciliar a la humanidad con Dios, se requería un sacrificio perfecto. Jesucristo, el Hijo de Dios, cumplió este acto supremo de amor al entregar Su vida en la cruz.
La Revelación Divina a Pedro
La identidad de Jesús como Hijo de Dios también se confirma en su interacción con Simón Pedro. Cuando Jesús pregunta quién es Él, Pedro, inspirado por Dios, declara que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Esta revelación no provino de la sabiduría humana, sino directamente del Padre.
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mateo 16:15-17, RVR1960)
El Nacimiento de Jesús
El nacimiento de Jesús fue profetizado siglos antes por el profeta Isaías, quien anunció que una virgen daría a luz al Hijo de Dios, llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros”.
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (Isaías 7:14, RVR1960)
Años después, una joven virgen llamada María recibió la visita del ángel Gabriel, quien le anunció que concebiría al Mesías por el poder del Espíritu Santo. A pesar de su perplejidad inicial, María aceptó humildemente la voluntad de Dios.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Y respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia. (Lucas 1:28-38, RVR1960)
Jesús nació en circunstancias humildes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, reflejando Su simplicidad y accesibilidad.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. (Lucas 2:7, RVR1960)
El Propósito de Jesús en la Tierra
El propósito principal de Jesús fue anunciar las obras del Padre y proclamar la salvación. No vino para condenar, sino para salvar, ofreciendo redención a todos los que crean en Él.
El Ministerio de Jesús
El ministerio de Jesús se basó en cuatro pilares, que continúan inspirando el llamado cristiano:
- Predicación del Evangelio: Jesús llevó las Buenas Nuevas a los pobres, humildes y afligidos, llamando a todos a hacer discípulos.Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Mateo 28:19, RVR1960)
- Sanación de Enfermos: Sanó tanto enfermedades físicas como espirituales, liberando a los oprimidos.Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. (Mateo 10:8, RVR1960)
- Ruptura de las Cadenas del Mal: Jesús rompió las ataduras del pecado y del dominio maligno, trayendo libertad.Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (2 Corintios 3:17, RVR1960)
- Iluminación Espiritual: Abrió los ojos espirituales de los perdidos para que vieran la luz del Evangelio y fueran salvos.Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Hechos 2:21, RVR1960)
El ministerio de Jesús señalaba el camino hacia el cielo, revelando la voluntad del Padre. Declaró: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), mostrando que Su vida estaba dedicada a cumplir los propósitos divinos.
Yo y el Padre uno somos. (Juan 10:30, RVR1960)
La Muerte de Jesús en la Cruz
La muerte de Jesús en la cruz fue el sacrificio perfecto, prefigurado en el Antiguo Testamento. Eventos como el sacrificio de Isaac por Abraham apuntaban al sacrificio de Cristo, que reemplazó la necesidad de más ofrendas.
Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. (Génesis 22:9-13, RVR1960)
Cuando Jesús murió, el velo del templo se rasgó, simbolizando el acceso restaurado a la presencia de Dios.
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron. (Mateo 27:51, RVR1960)
El sacrificio de Jesús cumplió la promesa hecha en el Edén, donde Dios anunció que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Él llevó los pecados de la humanidad, ofreciendo redención.
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos para la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas. (1 Pedro 2:21-25, RVR1960)
La Misión Continua
La obra de Jesús no terminó en la cruz; fue confiada a Sus seguidores. Estamos llamados a llevar el Evangelio a toda criatura, sanar a los enfermos, liberar a los oprimidos y proclamar la salvación en Su nombre. Jesús regresará por Su iglesia, y nuestra misión es preparar el camino, ganando almas para el Reino.