En el centro del Sermón de la Montaña, Jesús nos ofrece una profunda enseñanza sobre el ayuno, una práctica espiritual común a muchas religiones. En Mateo 6:17-18, Jesús nos instruye sobre la manera correcta de ayunar, enfatizando la importancia de la humildad y la sinceridad.
Debemos recordar que el ayuno, además de ser una práctica espiritual, también es un acto de reflexión y conexión con Dios. Durante este período de privación voluntaria de alimentos, podemos centrarnos en nuestro fortalecimiento espiritual. Cuando ayunamos, encontramos respuestas a nuestras dudas y fortalecemos nuestra fe. El ayuno también nos permite practicar la gratitud, donde valoramos los alimentos que recibimos diariamente. Además, al abstenernos de comer, podemos analizarnos más profundamente, comprender nuestro yo interior y nuestros deseos y necesidades. El ayuno no es sólo una renuncia, sino también una oportunidad para el crecimiento espiritual y el fortalecimiento de nuestra relación con lo divino.
Mateo 6:17-18 – “ Y cuando ayunéis, no os entristezcáis como los hipócritas; porque desfiguran sus rostros, de modo que a los hombres les parece que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para que no parezca a los hombres que estás ayunando, sino a tu Padre que está en secreto; y vuestro Padre, que ve en lo secreto, os recompensará públicamente”.
Mateo 6:17-18 nos enseña que la práctica del ayuno debe realizarse con humildad y devoción genuina, y al practicar el ayuno, debemos acercarnos a Dios con un corazón puro, buscando conectarnos con Dios de una manera íntima y sincera. Es sumamente importante recordar que el acto de ayunar es esencial para la vida de un cristiano y su verdadero objetivo nunca será buscar reconocimiento o alabanza de las personas, sino cultivar una relación de confianza y gratitud con el Padre celestial. Por eso, al ayunar, deja que sea un acto de amor y devoción, que fortalezca tu espiritualidad y te acerque a la presencia divina en tu corazón.
La importancia de la humildad en el ayuno
En el versículo 17, Jesús nos advierte contra la práctica del ayuno con el propósito de ser vistos y alabados por los demás. Nos enseña que el ayuno debe ser una práctica íntima y personal, realizada con dos elementos esenciales en la vida cristiana, que son la humildad y la sinceridad de corazón. Cuando ayunamos en secreto, estamos demostrando nuestra fe y devoción pura, sin necesidad de aprobación externa, siguiendo el ejemplo de humildad y amor que nos dejó Jesús.
Jesús advierte a quienes al ayunar se ven tristes y desaliñados para que la gente se dé cuenta de que están ayunando.
Como cristianos debemos comprender que el verdadero valor de la bondad y la devoción reside en la sinceridad y el deseo genuino de hacer el bien, sin esperar nada a cambio. Cuando actuamos con desapego de los resultados o de la aprobación de los demás, estamos más alineados con la esencia pura y noble de estas prácticas. Que siempre recordemos que la verdadera recompensa está en la bondad que difundimos y el amor que compartimos con el mundo que nos rodea.
La recompensa del ayuno
Cuando ayunamos con humildad y sinceridad, Dios nos promete una recompensa. En Mateo 6:18, Jesús dice que nuestro Padre, que ve en secreto, nos recompensará en público.
Nos anima a ayunar no para ser vistos por los demás, sino como una práctica espiritual personal e íntima. El ayuno puede fortalecer nuestra conexión con Dios, ayudarnos a cultivar la disciplina y la gratitud y recordarnos la importancia de la renuncia en nombre de la fe. Al participar en esta práctica con el corazón abierto, podemos cosechar los frutos de la paz, la claridad espiritual y un renovado sentido de propósito en nuestro camino de fe. Que ayunemos con humildad y fe, confiando en que Dios reconoce nuestros esfuerzos y nos bendice en formas que no siempre entendemos de inmediato.
Esta recompensa no es necesariamente material o visible, pero puede ser una sensación de paz, una mayor comprensión de Dios o crecimiento espiritual.
Este tipo de recompensa puede aportar una profunda serenidad a nuestras vidas, permitiéndonos ver más allá de lo tangible. Conectarnos con algo más allá de lo natural, el fortalecimiento espiritual y la comprensión de Dios nos proporcionan un crecimiento interior significativo. Al nutrir nuestro espíritu, estamos invirtiendo en nuestro bienestar emocional y mental, fortaleciendo nuestra capacidad para afrontar los desafíos de la vida de una manera más equilibrada y compasiva. Es un regalo valioso e intangible que enriquece nuestro viaje personal de una manera única y profunda.
Ayuno y Oración
El ayuno, según la Santa Biblia, es una práctica que puede aumentar la eficacia de nuestras oraciones, al demostrar nuestra humildad ante Dios y nuestra voluntad de dedicarnos a Él en busca de guía y fortaleza. Cada vez que ayunamos, nos sintonizamos más profundamente con Dios, volvimos más receptivos a su voz y, al mismo tiempo, fortalecemos nuestra fe.
Además, el ayuno nos ayuda a concentrarnos en Dios mientras oramos, mientras dejamos de lado todas las cosas del mundo secular y dirigimos nuestra atención a Dios y Su voluntad en nuestras vidas. Esta práctica nos ayuda a alejarnos de las distracciones del mundo material y acercarnos a lo divino, permitiendo una comunicación más profunda e íntima con el Creador.
El ayuno y la oración son prácticas espirituales poderosas que, cuando se combinan, pueden ampliar nuestro enfoque y conexión con lo divino. El ayuno, al abstenerse de alimentos u otras actividades, permite que nuestra mente y espíritu se purifiquen, logrando una mayor sensibilidad espiritual.
La oración, a su vez, es la forma en que nos comunicamos con Dios, expresando nuestros deseos, agradecimientos y buscando la guía divina. Cuando combinamos el ayuno con la oración, creamos un ambiente propicio para acercarnos a Dios, escuchar Su voz y sentir Su poder transformador en nuestras vidas.
Así, al ayunar y orar, abrimos espacio para que la presencia de Dios se manifieste más clara e intensamente en nuestro ser, fortaleciendo nuestra fe, renovando nuestras fuerzas y guiándonos por caminos de luz y paz. Que cultivemos estas prácticas con sinceridad y devoción, cosechando los frutos de una relación íntima y poderosa con el Creador.
Conclusión
La enseñanza de Jesús sobre el ayuno en Mateo 6:17-18 nos recuerda que nuestra devoción a Dios debe ser sincera y humilde. No importa si estamos ayunando o realizando cualquier otro acto de devoción, lo que importa es el estado de nuestro corazón. Cuando nuestras acciones están motivadas por el amor a Dios y no por el deseo de reconocimiento, realmente estamos viviendo según las enseñanzas de Jesús.
En resumen, el ayuno es una práctica espiritual profunda que puede ayudarnos a crecer en nuestra fe y acercarnos más a Dios. Sin embargo, es importante recordar que el ayuno debe practicarse con humildad y sinceridad, con el corazón centrado en Dios y no en la aprobación de los demás. Así, podemos experimentar la verdadera recompensa del ayuno, que es la bendición y presencia de Dios en nuestras vidas.
Al ayunar, nos tomamos un tiempo especial para conectarnos con lo divino, reflexionar sobre nuestra espiritualidad y fortalecer nuestra fe. Es un tiempo de renovación, de purificación de cuerpo y alma. El ayuno nos invita a una introspección profunda, a evaluar nuestras acciones e intenciones, a buscar la guía divina en nuestras vidas.
Al ayunar con propósito y devoción, podemos volvernos más conscientes del mundo que nos rodea y encontrar formas de contribuir a un mundo más justo y amoroso.
Que practiquemos el ayuno con gratitud, generosidad y amor, buscando siempre acercarnos a Dios y a nuestros hermanos y hermanas en la humanidad. Que nuestro ayuno sea una expresión sincera de nuestra devoción y un medio para fortalecer nuestra relación con lo divino. Que podamos cosechar los frutos espirituales de esta práctica y seguir creciendo en fe y amor.