La oración es una práctica esencial en la vida de un cristiano. Es a través de la comunicación con Dios que establecemos una relación íntima con Él, buscamos dirección, consuelo y recibimos Sus bendiciones. Un versículo que subraya el poder de la oración y nos anima a buscar fervientemente a Dios es Mateo 7:7: “Pedid, y se os dará; Busca y encontraras; llamad y se os abrirá”. En este estudio bíblico, vamos a explorar el significado de este versículo, su aplicación práctica en nuestra vida diaria y la relación con otros versículos que resaltan la importancia de la oración.
El significado de «Pedid y se os dará»
En el contexto del Sermón del Monte, Jesús exhorta a sus seguidores a confiar en Dios y buscar su provisión. Cuando Él dice: “Pedid, y se os dará”, nos está invitando a llevar nuestras peticiones y necesidades a Dios en oración. Estas palabras son una invitación a acercarnos a Él en la fe y atrevernos a pedir, sabiendo que Él es un Padre amoroso y generoso.
Esta promesa de que recibiremos lo que pidamos no significa que Dios automáticamente nos dará lo que pidamos, sin importar nuestros motivos o Su voluntad. La clave es alinear nuestras peticiones con la voluntad de Dios y confiar en Su amor y sabiduría para responder en lo que es mejor para nosotros.
Jesús nos anima a pedir en oración, sabiendo que Dios es un Padre amoroso que quiere bendecirnos. Sin embargo, también nos invita a buscar una relación íntima con Dios ya confiar en su voluntad soberana, aun cuando sus respuestas no sean inmediatas o no se ajusten a nuestras expectativas.
A medida que nos acercamos a Dios en oración, es importante reconocer que Él conoce nuestras necesidades incluso antes de que se lo pidamos. En Mateo 6:8 , Jesús nos enseña: “Porque vuestro Padre sabe lo que tenéis necesidad antes de que lo pidáis”. Nos recuerda que Dios está al tanto de nuestras necesidades y quiere que confiemos en Él en todas las circunstancias.
Sin embargo, la oración no es solo una forma de obtener cosas de Dios. También es un medio para desarrollar una relación profunda con Él. Cuando buscamos a Dios en oración, nos acercamos a Él y somos transformados en Su presencia. Nuestra fe se fortalece, nuestra comunión con Él se profundiza y se nos da poder para vivir de acuerdo con Su voluntad.
Además, Jesús nos invita a buscar, no solo a pedir. Buscar implica una actitud perseverante de buscar constantemente a Dios, conocer Su voluntad y buscar Su rostro. Si bien es alentador saber que Dios nos invita a pedir y buscar en oración, también debemos recordar que sus respuestas pueden no ser inmediatas o estar de acuerdo con nuestros deseos personales. En Su infinita sabiduría, Él sabe lo que es mejor para nosotros, incluso cuando no entendemos Sus caminos.
La respuesta de Dios a nuestras oraciones puede ser «sí», «no» o «espera». A veces Él nos concede lo que le pedimos, porque está de acuerdo con Su voluntad y nos bendecirá. En otras ocasiones, Él puede decirnos “no”, porque sabe que lo que le pedimos no es lo mejor para nosotros o no está de acuerdo con Sus planes más elevados.
También puede haber momentos en que Dios nos pida que esperemos. Esto requiere paciencia y confianza en Su tiempo perfecto. A veces Él nos está preparando, moldeándonos y obrando en nosotros antes de concedernos lo que le pedimos. La espera puede ser un tiempo de crecimiento espiritual y de fortalecimiento de nuestra fe.
En todo esto debemos confiar en la bondad y sabiduría de Dios. Si bien Sus respuestas pueden no ser las que esperamos o queremos, podemos estar seguros de que Él siempre trabaja para nuestro bien y Su gloria. En Romanos 8:28 , Pablo escribe: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
Por lo tanto, mientras estudiamos Mateo 7:7 y reflexionamos sobre esta promesa de Jesús, animémonos a buscar a Dios en oración con fe, humildad y sumisión. Busquemos Su voluntad por encima de la nuestra y confiemos en que Él es un Padre amoroso que nos escucha y responde según lo que más nos conviene. La oración es un privilegio que nos permite estar en comunión con el Creador del universo y experimentar Su amor, gracia y provisión en nuestras vidas.
busca y encontrarás
Además de invitarnos a pedir, Jesús también nos anima a buscar. Este es un llamado a buscar diligentemente a Dios y su voluntad en nuestras vidas. Buscar implica una acción activa, un esfuerzo continuo por saber más acerca de Dios, Su Palabra y Su dirección para con nosotros.
Cuando buscamos a Dios con todo nuestro corazón, encontramos que Él está listo para revelarse a nosotros. Podemos encontrar Su sabiduría, guía y consuelo en tiempos de necesidad. En el libro de Jeremías 29:13 , leemos: “Y me buscaréis y me encontraréis cuando me busquéis de todo vuestro corazón”. Este versículo complementa el mensaje de Mateo 7:7, enfatizando que la búsqueda sincera resultará en encontrar a Dios y experimentar Su presencia en nuestras vidas.
A veces, la búsqueda puede parecer un viaje largo y desafiante, pero Dios promete recompensar a aquellos que lo buscan sinceramente. En el libro de Hebreos 11:6 , encontramos otra promesa alentadora: “Ahora bien, sin fe es imposible agradarle; porque el que se acerca a Dios debe creer que existe y que es galardonador de los que le buscan diligentemente.” Esa fe perseverante nos impulsa a seguir buscando a Dios y confiando en que Él recompensará nuestra búsqueda.
Toca y se te abrirá
Además de pedir y buscar, Jesús nos invita a llamar. Llamar a la puerta es un acto persistente de perseverar en la oración, incluso cuando las respuestas no llegan de inmediato. Es una invitación a acercarse a Dios con persistencia, confianza y humildad.
Al llamar a la puerta de Dios en oración, reconocemos nuestra dependencia de Él y nuestra necesidad de Su intervención en nuestras vidas. Sin embargo, no siempre recibimos respuestas inmediatas a nuestras oraciones. A veces Dios está obrando en nosotros, moldeando nuestro carácter y fortaleciendo nuestra fe antes de concedernos lo que pedimos.
Sin embargo, podemos estar seguros de que cuando tocamos la puerta de Dios con fe perseverante, Él nos abrirá. Jesús mismo afirma en Mateo 7:8: “Porque todo el que pide, recibe; y lo que busca, lo encuentra; y al que llama, se le abre”. Estas palabras nos animan a confiar en que Dios escucha nuestras oraciones y actúa en nuestro favor, en el momento oportuno y de la forma que más nos conviene.
Otros versículos sobre la oración
Además de Mateo 7:7, la Biblia está llena de versículos que resaltan la importancia de la oración y nos motivan a buscar a Dios en constante comunión. Exploremos algunos de estos versículos que complementan la enseñanza de Jesús sobre pedir, buscar y llamar.
1. Filipenses 4:6-7 – La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
Filipenses 4:6-7 nos ofrece una promesa preciosa y una guía importante con respecto a la oración. Pablo escribe a los filipenses animándolos a que no se inquieten por nada. Más bien, los exhorta a presentar todas sus preocupaciones ante Dios en oración y súplica, acompañadas de acción de gracias. La instrucción de Pablo es clara: debemos presentar todo a Dios en oración, expresando nuestra gratitud y confianza en Su provisión y cuidado.
“No se inquieten por nada; antes bien, con oración y ruego, con acción de gracias, dad a conocer vuestras peticiones delante de Dios en todo, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6,7)
Estos versículos nos recuerdan que Dios está interesado en todos los aspectos de nuestras vidas. Él quiere que compartamos nuestras preocupaciones, deseos y necesidades con Él. Y mientras lo hacemos, Él promete que Su paz, que sobrepasa todo entendimiento humano, guardará nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús. Esta paz divina va más allá de la comprensión humana y nos da una sensación de tranquilidad y confianza, incluso ante circunstancias difíciles.
Por lo tanto, cuando enfrentemos ansiedad, incertidumbre o preocupaciones, debemos recordar la promesa de Filipenses 4:6-7. En lugar de inquietarnos, debemos dirigirnos a Dios en oración, confiando en que Él escucha y responde nuestras peticiones. Debemos traer todo ante Él, agradeciéndole por Su fidelidad y provisión, y experimentaremos Su paz que sobrepasa todo entendimiento, guardando nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús.
2. Santiago 5:16 – El poder de la oración de intercesión
Santiago 5:16 destaca la importancia de la oración intercesora y de compartir nuestras luchas unos con otros. Santiago nos instruye a confesar nuestros pecados unos a otros ya orar unos por otros para obtener sanidad. Señala que la oración ferviente del justo tiene gran poder y eficacia.
La oración de intercesión implica poner las necesidades y dificultades de otras personas ante Dios. Cuando oramos unos por otros, estamos asumiendo el papel de intercesores, actuando en nombre de aquellos que necesitan sanidad, guía o provisión divina. Es un acto de amor y compasión, que demuestra nuestra preocupación por los demás y nuestro deseo de buscar la intervención de Dios en sus vidas.
“Confesaos vuestras faltas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración ofrecida por un hombre justo puede hacer mucho en sus efectos.” (Santiago 5:16)
Además, Santiago nos recuerda la importancia de la confesión mutua de los pecados. A medida que compartimos nuestras luchas y debilidades unos con otros, podemos recibir apoyo, aliento y oraciones sinceras. La transparencia y el compañerismo genuino dentro de la comunidad de fe son esenciales para el crecimiento espiritual y la sanación emocional.
Por lo tanto, la oración de intercesión no solo trae beneficios a aquellos por quienes oramos, sino que también fortalece el vínculo entre los miembros del cuerpo de Cristo. Al orar los unos por los otros, mostramos amor y cuidado mutuos y experimentamos el poder transformador de la oración en nuestras propias vidas.
3. 1 Tesalonicenses 5:16-18 – La oración como estilo de vida
1 Tesalonicenses 5:16-18 es un pasaje que nos desafía a vivir una vida de oración constante y gozo continuo. Pablo instruye a los tesalonicenses a estar siempre gozosos, orar sin cesar y dar gracias en toda circunstancia, porque esta es la voluntad de Dios para ellos en Cristo Jesús.
La oración no debe verse como un evento único o una actividad esporádica en nuestras vidas, sino como un estilo de vida continuo. Debemos estar constantemente conectados con Dios, buscando Su presencia, guía y compañerismo. La oración no es solo un medio para obtener respuestas o soluciones a nuestros problemas, sino que es una expresión de nuestra relación con nuestro Padre celestial.
“Regocijaos siempre. Orar sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. (1 Tesalonicenses 5:16-18)
Pablo también nos anima a tener una actitud de gratitud en todas las circunstancias. En lugar de centrarnos en las dificultades y los desafíos, debemos aprender a reconocer la bondad de Dios en medio de las pruebas. La gratitud nos ayuda a mantener un corazón vuelto hacia Dios, reconociendo su fidelidad, amor y cuidado, independientemente de las circunstancias que enfrentemos.
Vivir una vida de oración constante y gratitud nos ayuda a estar en sintonía con la voluntad de Dios. Esto nos permite experimentar Su paz, gozo y dirección en todos los aspectos de nuestras vidas. La oración continua nos mantiene conectados con el corazón de Dios, nos moldea a su imagen y nos capacita para enfrentar los desafíos de la vida con confianza y esperanza.
4. Efesios 6:18 – La oración como arma espiritual
Efesios 6:18 nos introduce a la oración como un arma espiritual poderosa en la batalla espiritual que enfrentamos. Pablo instruye a los efesios a orar en todo momento en el Espíritu con perseverancia y súplica por todos los santos.
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18)
La oración es un medio por el cual nos acercamos a Dios y buscamos su intervención divina. Es un canal de comunicación directo con el Creador del universo. Cuando oramos en el Espíritu, permitimos que el Espíritu Santo nos guíe, nos inspire y nos ayude a orar de acuerdo con la voluntad de Dios.
Pablo también nos anima a orar con perseverancia, sin desfallecer ni perder la esperanza. La batalla espiritual puede ser intensa y desafiante, pero la oración nos fortalece y nos permite mantenernos firmes en la fe. Debemos orar no solo por nosotros mismos sino también por otros creyentes, llevando sus necesidades ante Dios e intercediendo por ellos.
Al usar la oración como un arma espiritual, estamos participando en la lucha contra las fuerzas espirituales del mal y proclamando la victoria de Cristo en nuestras vidas y en las vidas de los demás. La oración nos da poder para resistir al enemigo, vencer las tentaciones y vivir una vida de acuerdo con los propósitos de Dios.
En resumen, la oración es una herramienta poderosa que Dios nos ha dado para acercarnos a Él, buscar Su voluntad y experimentar Su paz. Es una invitación a una relación profunda y significativa con nuestro Padre celestial. Al entregarnos a la oración, descubrimos la alegría de buscar a Dios y vivir en constante comunión con Él. Abracemos el llamado a la oración, reconociendo su importancia y buscando a Dios con todo nuestro corazón, sabiendo que Él nos escucha y responde con amor y gracia.
Estos versículos adicionales refuerzan la importancia de la oración en nuestra vida diaria. Nos recuerdan que la oración es un medio por el cual nos acercamos a Dios, encontramos paz, sanación, dirección y nos involucramos en el propósito de Dios para nosotros y para los demás.
La importancia de la actitud del corazón en la oración
Mientras estudiamos Mateo 7:7, es esencial entender que la actitud del corazón durante la oración juega un papel crucial. No se trata solo de repetir palabras vacías o buscar beneficios egoístas, sino de acercarse a Dios en humildad, fe y sumisión.
En Marcos 11:24 , Jesús enfatiza la importancia de la fe cuando dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que lo habéis recibido, y será vuestro”. La fe es esencial en la oración, ya que nos permite confiar plenamente en Dios, incluso cuando las circunstancias parecen desfavorables. Tener fe significa creer que Dios escucha y responderá de acuerdo a Su perfecta voluntad.
Además, Jesús nos enseña sobre la importancia de la humildad en Lucas 18:9-14, a través de la parábola del fariseo y el publicano. Mientras el fariseo oraba con arrogancia, exaltándose a sí mismo, el publicano se acercó a Dios con humildad, reconociendo su necesidad de perdón y misericordia. Jesús concluye diciendo: “Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro” (Lucas 18:14b). Por eso, es fundamental que nuestra oración esté acompañada de humildad, reconociendo nuestra total dependencia de Dios.
La actitud de sumisión también es fundamental. Jesús nos enseñó a orar en el modelo conocido como Padre Nuestro, en Mateo 6:9-13. En este modelo de oración, reconocemos la santidad de Dios, buscamos su voluntad y nos sometemos a ella. Cuando nos acercamos a Dios con una actitud sumisa, estamos listos para aceptar Su respuesta, aunque sea diferente de lo que esperábamos.
La oración no es sólo una lista de peticiones que presentamos a Dios, sino también un momento de comunión y diálogo con Él. Así como cualquier relación saludable requiere una comunicación constante, nosotros también debemos comunicarnos con Dios a través de la oración.
En 1 Tesalonicenses 5:17, Pablo nos instruye a «orar sin cesar». Esto no significa que debamos estar en oración las 24 horas del día, sino que debemos cultivar una actitud de constante comunicación con Dios, reconociendo su presencia en todos los aspectos de nuestra vida. Podemos orar en todo momento y bajo todas las circunstancias, compartiendo nuestros pensamientos, alegrías, desafíos y necesidades con Él.
Además, la oración no debe ser sólo un monólogo, sino un auténtico diálogo con Dios. Mientras hablamos con Él, también debemos escuchar Su voz leyendo la Palabra de Dios y guiándonos por el Espíritu Santo. La oración y la meditación en la Palabra de Dios van de la mano, fortaleciendo nuestra relación con Él y permitiéndonos discernir Su voluntad.
La oración: instrumento de transformación personal y colectiva
La oración no es solo una forma de obtener respuestas de Dios, sino también un medio por el cual somos transformados y moldeados a la imagen de Cristo. A través de la oración, somos empoderados para vivir de acuerdo con los propósitos de Dios y experimentar Su poder transformador en nuestras vidas.
En Romanos 12:2, Pablo nos exhorta: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. La oración es un medio por el cual renovamos nuestra mente, dejando de lado los estándares y valores del mundo y abrazando la voluntad de Dios.
A través de la oración, somos fortalecidos en nuestra relación con Dios, capacitados para resistir la tentación, crecer en santidad y vivir de acuerdo con Su voluntad. Es un proceso continuo de transformación en el que nos rendimos a la obra del Espíritu Santo en nosotros, permitiéndole que nos moldee y nos capacite para vivir una vida que honre a Dios.
Si bien la oración individual es esencial, también es importante resaltar el poder de la oración colectiva. Cuando nos unimos en oración con otros creyentes, nuestras oraciones se vuelven aún más poderosas.
Jesús dice en Mateo 18:19-20, “De cierto os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Cuando nos unimos en oración, invocando el nombre de Jesús, Él promete estar presente y responder a nuestras peticiones.
La oración colectiva fortalece el compañerismo entre los creyentes, anima y edifica unos a otros, y amplifica el poder de la intercesión. Mientras oramos juntos, somos fortalecidos en nuestra fe y somos testigos del poder de Dios obrando en respuesta a nuestras oraciones.
Así que no subestimemos el poder de la oración colectiva. Busquemos oportunidades para reunirnos en oración con otros creyentes, ya sea en iglesias, grupos de estudio bíblico o reuniones de oración. Unidos en oración, podemos experimentar el poder transformador de Dios en nuestras vidas y entre nosotros.
Conclusión
A través de Mateo 7:7, se nos recuerda la invitación de Jesús de buscar a Dios en oración. Podemos pedir, buscar y tocar con confianza, sabiendo que Dios escucha y responde nuestras oraciones. Sin embargo, debemos acercarnos a Dios con fe, humildad y sumisión, reconociendo Su soberanía y confiando en Su perfecta voluntad.
La oración no es sólo una forma de obtener respuestas de Dios, sino un medio de comunión y transformación personal. A través de la oración, experimentamos la presencia de Dios, encontramos paz, dirección y fortaleza, y somos moldeados a la imagen de Cristo. La oración también es una práctica colectiva, que fortalece el compañerismo entre los creyentes y amplifica el poder de la intercesión.
Por tanto, busquemos a Dios en constante oración, confiando en su fidelidad y amor. Deje que la promesa de Mateo 7:7 sea un recordatorio constante de que cuando buscamos a Dios de todo corazón, encontramos su respuesta llena de gracia y que cambia la vida. Que la oración sea una parte central de nuestra vida diaria, permitiéndonos vivir de acuerdo con los propósitos de Dios y experimentar Su poder en todas las áreas de nuestras vidas.